La fisioterapia neurológica tiene un papel fundamental a la hora de lograr el máximo potencial motor o físico para que los pacientes de ictus alcancen la mayor autonomía posible, reduciendo las secuelas derivadas del daño cerebral.
En este sentido, desde el Colegio Profesional de Fisioterapeutas de la Comunidad de Madrid (CPFCM) se pone en valor el trabajo que realizan los profesionales de la fisioterapia, ya que, como señala Ana Herrero de Hoyos, presidenta de la Comisión de Fisioterapia en Neurología del CPFCM, «la fisioterapia forma parte del equipo interdisciplinar que mejora, motiva y mantiene las funciones no sólo del sistema musculoesquelético, sino también las del sistema cardiorrespiratorio, digestivo y circulatorio de estos pacientes, mejorando en definitiva su calidad de vida».
Más en concreto, esos objetivos son:
Mejorar las habilidades motoras de las personas afectadas, así como prevenir alteraciones secundarias que se producen por un movimiento anómalo o por falta de movimiento.
Conseguir los mayores grados de autonomía o funcionalidad del paciente para su integración en la sociedad.
Evaluación continua de resultados e intervenciones día a día.
Educar a cuidadores y familiares sobre el manejo de los pacientes; como por ejemplo, una transferencia (paso de sentado a de pie, tumbado a sentado…), teniendo en cuenta la situación motora de cada paciente y su entorno.
El tratamiento de neurorrehablitación va dirigido a reducir en lo posible las secuelas del paciente. Cada fisioterapeuta evalúa, de manera individualizada, cuál de los tratamientos es el más efectivo y eficiente para conseguir la máxima funcionalidad.
Así, los tratamientos aplicados van desde una reeducación neuromuscular; ejercicios pasivos que ayudan a estimular al cerebro; entrenamiento vestibular, que muchas veces se ve afectado, lo que ayudara a reducir caídas y a prevenir lesiones; entrenamiento de la marcha o fisioterapia acuática, entre otros, que se pueden aplicar de manera conjunta o por separado.
«La intervención de la fisioterapia ha de ser los más temprana posible. Por eso resulta necesario que participemos de manera inmediata en la atención al paciente. La evidencia científica demuestra que se consiguen mejores resultados. Ganar tiempo es fundamental para intentar reducir las secuelas», advierte Ana Herrero de Hoyos.
El daño cerebral genera secuelas físicas, psíquicas o cognitivas
En España, el daño cerebral afecta actualmente a 435.000 personas, según los datos del INE. Se trata de una lesión repentina del cerebro, producida por un ictus, traumatismos craneoencefálicos, tumores, anoxias e infecciones. Todos estos casos producen un conjunto de secuelas físicas, psíquicas o cognitivas, según el área del cerebro dañado y su gravedad, señalan desde el CPFCM.
Las dos causas principales de daño cerebral adquirido son el ictus, también llamado accidente cardiovascular (ACV), que supone el 78% de los casos; junto a los traumatismos craneoencefálicos. Además, el 44% de las personas que sobreviven a un ictus desarrollan discapacidad grave, según datos de la Federación Española de Daño Cerebral (FEDACE)
Aunque el ictus puede afectar a cualquier persona, adoptar hábitos de vida saludables que eviten factores de riesgo como estrés, obesidad, sedentarismo o hipertensión, ayuda a la prevención y reducir sus complicaciones. En cuanto a los traumatismos craneoencefálicos, están derivados en un 70% de accidentes de tráfico.
Fuente: Geriatricarea